Iker levantó la mirada. El salón estaba lleno de gente. Aquel dia habia una fiesta. ¿por qué? porque si, era lo suyo, habia un lugar, gente aburrida y recursos suficientes, ¿por qué no hacer una fiesta?
La verdad es que nadie se habia tomado la molestia de organizar la fiesta, pero daba igual, ya estaban apareciendo, como siempre, los autoproclamados anfitriones, que ya fuera por su belleza (quienes se asemejaban a letales flores carnívoras), por su ingenio (astutos como zorros o zorras) o por sus contactos (con quienes contactaban con sus 8 patas de araña) lograban que todo el mundo bailase al son que ellos querian (la frase en si es "bailase al son que ellos tocaban" pero no, la música la tocaba la orquesta, y cuando los anfitriones lograban poder suficiente, ordenaban a los músicos que tocasen tal o cual canción.
Los participantes eran personas diferentes, como tan de moda está en el siglo XXI. Iker los observaba desde el quicio de la puerta. La verdad es que a Iker le gustaria poder ser como esos participantes, ignorante del juego de Tronos de los anfitriones, pero era demasiado tarde, ya lo habia visto y no queria rebajarse. O como aquellos que, conocedores de las luchas de poder, simplemente se dedicaban a pasarselo bien entre ellos. O como los que quisieron ser anfitriones, pero los mandamases no les dejaron entrar en su juego de poder.
Por eso, Iker, tomó el libro de mátemáticas y, con la mirada perdida en algún punto entre dos ecuaciones sin resolver, se preguntó:
"¿Es esta la mansión donde quiero vivir?"
No.
Por eso, salió de la mansión, con su mochila con ropa, comida y un libro, y se aventuró a la Montaña. Se llamaba así porque era la única que se veía desde la mansión, en la que Iker aún veía a la gente divertirse a través de la luz que salia por las ventanas, mojadas por las gotas de lluvia que también caian sobre la capa del joven protagonista de esta historia.
Iker, para que podais ubicaros, era un joven rubio de 18 años, el cual habia vivido casi toda su vida en la mansion, como el resto de personas. De caracter alegre, amigable y extrovertido, Iker se ganó rápidamente un hueco en la esquina del salón donde se celebraban las fiestas de sus amigos, mucho mas "adultos" que él. Por suerte, tras rondar los pasillos de aquel gran lugar, encontró un salón donde podía jugar, bailar y cantar con otro tipo de gente, como él, y se ganó rápidamente un hueco en el corazón de esa gente.
Pero los anfitriones querían ser todos los únicos en los corazones de los residentes de la mansión, por eso intentaban hacer desaparecer a Iker en cuanto tenian ocasión.
El autoproclamado Rey helado y su malvado Hermano, la joven pero retorcida Victoria, el apuesto Profesor Sauce... todos ellos acallaban a Iker (y a mas personas que, como él, no hacian nada malo).
Casualidades de la vida, Iker acabó por darse cuenta de esto, y por eso llegó a la situación que os contaba al principio.
Y bueno. espero que le acompañeis en este viaje a la soledad.
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