10 de septiembre de 2016

En clase

La profesora estaba delante de toda la clase, explicando los detalles de la magia de la transformación a sus alumnos.

Una gran ventana se encontraba teñida de negro mientras sobre ella, en blanco, resaltaban líneas y líneas de texto y complejos diagramas, que la maestra desglosaba pacientemente. Una tiza tomaba apuntes sóla de las claves de la explicación, mientras una segunda, más allá, haía un gráfico explicativo de las propiedades devarios elementos.

Las cinco docenas de alumnos que se hallaban en sus pupitres, tomaban nota en sus cuadernos. Tranformaciones era una de las clases más complicadas, así que muchos tenían dos cuadernos sobre la mesa, y una pluma escribía sola en el segundo cuaderno, mientras tomaban nota a mano en el que tenían justo delante, imitando la tñecnica de la profesora con las tizas a menor escala.
- ... Y aquí tenéis un ejemplo de la tranformación desarrollada por Mörgstern:

A la vez que pronunciaba estas palabras, la profesora hizo un gesto con la mano, dejando las dos pizarras en blanco y cambiando al instante el contenido de la ventana teñida. Las tzas tardaron apenas un segundo en comenzar a escribir sendas formulas, una en cada pizarra. La fórmula de Mörgstern, una de las claves de la transformación euclidiana, ya había comenzado a ser odiada por muchos alumnos, por la gran cantidad de variables que tenía: realmente era una formula compuesta por una simple división, pero para obtener cada uno de los parámetros de la división había que tener en cuenta la fase lunar, el año, el horóscopo, el paralelo y el meridiano, el material del objeto... lo bueno de Mörgstern era que la mayoría de tablas que tenían que estudiar eran idénticas a las que usaban en clase de pociones, alquimia o adivinación. Lo malo era que mientras en esas tres asignaturas si tenían permitido consultarlas, en tranformaciones debían memorizarlas y dar la respuesta de memoria y velozmente. Y que entraban todas a la vez. Más de un alumno pensaba, desesperanzado, que jamás aprobaría tranformaciones.

Cuando la profesora terminó, abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó de él un bonito libro con el dibujo de un bello búho en la portada. Al verlo, muchos alumnos -al menos, los que acudían a clase con regularidad- se preguntaron por el búho de la profesora, el que siempre vigilaba la clase desde el cabezal de la silla o el hombro de la profesora.

Tras murmurar el resultado del ejercicio, que ya estaba apuntado en la pizarra, y replicar en el libro con el dedo el intrincado diseño de la ventana oscurecida, el objeto echó a volar:

Para alzar el vuelo, el pesado tomo comenzó moviendo las hojas. Los alumnos de las primeras filas pudieron apreciar con  sumo detalle como mientras movía las cubiertas el libro se iba curvando y se iba cubriendo de plumas. La parte superior se deformó para dejar ver la forma de una cabeza, y la cubierta y la contracubierta continuaron aleteando, cada vez con más plumas, mientras las las hojas se doblaban formando el cuerpo del animal. El búho revoloteó sobre las cabezas de los asistentes, para acabar posándose en el hombro de su dueña.

-Bueno, me parece que los deberes son más que evidentes-dijo la profesora-. Debeis probar la fórmula de Mörgstern, ya sea conviertiendo un ser vivo en un objeto inanimado o viceversa. Nos vemos el jueves.

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