13 de noviembre de 2017

El Pikachu de mi amiga

¿Conocéis la historia de Chucky, el muñeco diabólico?

Hace poco una amiga me contó una historia similar sobre un ente (bastante menos letal) que ella tiene. Decidí investigar. Me recorrí diferentes bibliotecas, archivos acerca de lo paranormal. bibliotecas infantiles, hablé con jóvenes, y con suerte, algunos me hablaron del  dichoso ser. Todos coincidían en lo pacífico que parecía al inicio. En lo inocente que parecía. En lo mucho que lo abrazaban. Finalmente llegué al centro de mis pesquisas: una vieja fábrica abandonada en el norte de Vietnam, en

Pero no adelantemos acontecimientos. Realmente la historia comienza en Twitter. Mi amiga empieza a contar la historia de un peluche que hay en su casa. Un viejo y simpático Pikachu regordete, regalado por su hermano hace tantos años que ya ni se acuerda. Mi amiga contaba que era un muñeco con un pequeño motor, que se accionaba al recibir un golpe y provocaba que el simpático peluchín gritase "¡Pika!".

Sin embargo, con el tiempo, empezó a soltar el ruidito incluso estando quieto y lejos de posibles golpes. según ella misma relata:

Así que decidí tomar cartas en el asunto. Unos días mas tarde, tuve la suerte de tener una cita con mi amiga y le pedí que llevase al Pikachu. Examiné su motor y todo lo que podía provocar ese sonido, pero, aunque parezca mentira, el peluche decidió enmudecer aquel dia. No sonaba ni al recibir golpes ni al dejarlo tranquilo. Ni siquiera sonó al destriparlo y accionar el motor de su interior, por lo que decidí simplemente devolverle el peluche a mi amiga.

Sin embargo, mi amiga no se libró de los horrendos gritos, que además eran un poco más graves, como si el artefacto estuviese quedándose sin pilas. No le dimos mayor importancia. Decidimos atribuirlo a que ese muñeco llevaba con las mismas pilas desde hace 20 años. Sin embargo, cuando mi amiga volvió a su piso de estudiantes en Madrid, una noche en la que ella no estaba en casa, su compañero de piso aseguró haber oído al Pikachu con el mismo tono de siempre, solo que algo distorsionado, como si fuera más de una voz la que brotaba del Pikachu. Además en lugar de "Pika!", su amigo entendió algo como "We-kai". (las lecturas las he puesto en inglés para que resulte más fácil leer la historia en su conjunto). Sin embargo, lo que más asutó al compañero de piso de mi amiga no fueron las voces. Fue encontrar al Pikachu sentado en una silla de la cocina del piso, cuando él se había encargado personalmente de cerrar la habitación de mi amiga (en la que estaba el Pikachu) con llave. Cuando escuché esto no me quedó ninguna duda de que algo raro sucedía con aquel artefacto. ¿Un defecto de fabricación? ¿un artículo pasado de moda? ¿sensores estropeados?  Fuera lo que fuera, iba a investigar al productor y a exigirle una demanda, como buen inspector de estándares de calidad de la Unión Europea que soy.

Asi que cogí las maletas y me marché a Galicia, tierra de origen de mi amiga. Decidí empezar a investigar paso a paso, asi que me dirigí al comprador del peluche: el hermano de mi amiga, que por cierto, se llama Fiona.

El chico era un  chaval majo, que me recibió en su casa sin mayores problemas. Le costó recordar el peluche, pero cuando lo recordó en seguida me dijo que lo había conseguido en las ferias de su pueblo, en ese mismo lugar, hará cosa de 17-18 años. Dijo que el feriante le dio el peluche con una enigmática sonrisa, quizá de alivio, pero que nunca le dio mayor importancia al asunto. Le pedí las señas de la asociación feriante, pero él no sabía nada. Además, me contó que llevaban años sin pasar por el pueblo, asi que supuse que se habían disuelto.

Esto era un grave revés para mi investigación, pero estaba dispuesto a llegar al fondo del asunto. Mientras tanto, Fiona me llamó, contando que su compañero de piso (el que había oído a Pikachu no, el otro) había tropezado con el peluche y se había caído, con tan mala suerte que golpeó la cabeza con el canto de la mesa y estaba ingresado en el hospital. Asustada, me preguntó si el peluche podría estar poseído. Le respondí pidiéndole cordura, diciéndole que somos jóvenes del siglo XXI, no ancianos supersticiosos de hace mil años. Esto la tranquilizó respecto al muñeco, pero decidió empezar a guardarlo en el armario en lugar de dejarlo sobre la cama como venía haciendo hasta hace poco.

Continuando con mi investigación sobre el origen del Pikachu parlanchín, volví a Madrid, esta vez para investigar los registros de las importaciones en los antiguos archivos del Estado. Aunque a mucha gente le pueda resultar un trabajo tedioso, lo cierto es que me encanta inmiscuirme en esta clase de tablas y listas, no hay mayor satisfacción que encontrar la aguja que es un producto en el pajar que pueden llegar a ser las listas del archivo. Teniendo en cuenta el ritmo al que circula el stock del feriante medio español y las fechas que me había dado el hermano de Fiona en Galicia, logré deducir que el Pikachu parlanchín debía estar en una de las listas de 1998, seguramente de finales de primavera e importado primero al por mayor. Además, el Pikachu era de Tiger (una distribuidora muy famosa en su día) y se había traído a España desde el Reino Unido. Si lograba dar con la empresa anglosajona que había traído el muñeco desde Asia (ya que la etiqueta decía "Made in China". No me fue dificil localizar el registro correspondiente a los Pikachus de la empresa, porque  era un único envío el que se había hecho. Me pareció muy raro, ya que este tipo de productos se suelen traer varias veces, se compran stocks muy grandes, pero solo se compraron 100 unidades de Pikachus regordetes.

Atendiendo a la descripción del producto que figuraba en los archivos, descubrí que Pikachu podía reaccionar diciendo "pika", "pikachu" o "pika-pika". Decidí preguntar a Fiona si esto era realmente así en su próxima llamada, y justo en ese momento mi teléfono sonó. Era Fiona, hablando del dichoso peluche. Al parecer, llevaba dando la matraca desde que había vuelto de la universidad a mediodía. Consulté mi reloj, casi las 21h. Mientras salía del edificio, escuchaba a Fiona, quien contaba que, corroborando a su compañero de piso, Pikachu ya no decía "Pika!" si no "algo parecido a "Pee-Die!". Le dije que eso era imposible, que era su imaginación  jugándole una mala pasada y que no tenía más que tratar de descansar. Sin embargo, decidí acercarme a su casa ya que estaba en Madrid. El muñeco, encerrado en el armario desde el accidente del amigo de Fiona (que aún estaba en el hospital) no dejaba de hablar, por lo que decidí sacarlo. Le ofrecí quedarmelo a Fiona, para prevenir futuros sustos, ya que mi amiga parecía haber desarrollado una extraña superstición relacionada con el peluche. Quizás algún trauma de la infancia o algo parecido hizo que ese Pikachu se tornase en una figura fantasmagórica para ella. Quien sabe, soy inspector de estándares, no psicólogo.

Finalmente me fui del piso con el Pikachu en mi mochila. Al sacarlo del armario, el peluche calló, aunque he de admitir que los sonidos que emitía desde dentro del mueble eran capaces de ponerle los pelos de punta a cualquiera. Sin más, lo guardé en mi mochila y me quedé a cenar. Fiona y su compañero de piso incluso me invitaron a dormir. Había reservado un vuelo a Londres para las 8 del día siguiente y pensaba dormir en Barajas, pero la invitación de una cama blandita me hizo cambiar de opinión. Al fin y al cabo, llevaba 3 días durmiendo en buses en marcha y mi cuerpo exigía descanso.

A la mañana siguiente, Dani, el compañero de piso de Fiona se ofreció a llevarme en coche al aeropuerto. Justo antes de salir me dio el peluche de Pikachu. Me pregunté quien  lo habría sacado de mi mochila, pero supuse que habría sido Fiona queriendo meterme miedo. Lo guardé y me fui de la casa junto a Dani, sin despedirme de Fiona, que seguía dormida.

El viaje transcurrió sin ninguna clase de incidente. Al llegar a Londres pude notar la lluvia perenne de la ciudad sobre mi mientras me dirigía al archivo de importaciones. Esta vez llevaba códigos y referencias concretas, por lo que la búsqueda apenas duró media hora. Al parecer se trataba de una empresa cuyas fábrica estaba en el Sur de China, en la región de Yunnan, cerca de la frontera con Laos y Myanmar. Su domicilio también parecía hallarse en esa región, por lo que sin más dilación, reservé un vuelo a Shanghai. Naturalmente, Pikachu se venía conmigo. Tuve la suerte de que el avión saliera de Londres ese mismo mediodía, a las 14: 28.

Comí ligero, como comen los ingleses y corrí al aeropuerto. Casi olvidé mi mochila con todos los documentos y el Pikachu en el restaurante, pero justo en ese momento el Pîkachu sonó con la misma voz adorable que siempre.

12 horas de viaje son muchas horas. Muchas horas que pasé tratando de averiguar cómo llegar a aquella zona en la que se había producido el peluche. Finalmente logré combinar un tren con una empresa de buses y después ya alquilaría el coche de algún aldeano local por un módico precio. Satisfecho de mi trabajo, saqué al Pikachu de la maleta, lo asomé a la ventanilla del avión y mientras veíamos un mar de nubes bajo nosotros, le susurré

- Vamos a tu casa, a tu primer hogar. ¿No estás contento?

Naturalmente, Pikachu no respondió.

Pasé el resto del viaje durmiendo y jugando a la consola. Tras aterrizar, me dolían incluso músculos cuyo nombre no conozco. Llevaba el peluche en la mochila y nada más poner un pie fuera del aeropuerto de Shanghai, Pikachu sonó. No esperaba para nada ese sonido y pegué incluso un bote del susto. Efectivamente, se le estaban acabando las pilas. Sonó como una gallina afónica siendo pisoteada por un tractor. No llegué a comprender si dijo "Pika" o lo cambió por otro sonido, pero no tenía tiempo para averiguarlo.

El viaje en tren fue mucho más corto que en avión. Llamé a Fiona para preguntarle qué tal iba todo y si su compañero ya había salido del hospital, pero nadie me cogió el teléfono. Extrañado, llamé a Dani, su compañero de piso, que tampoco me cogía. Eran las 17:34 hora española, así que no estaban en clase. Marqué el número de nuestro amigo Álvaro, quien solía pasar mucho por casa de Fiona. Me dijo que Fiona no tenía cobertura en su casa desde hace un par de días, que por eso no cogía el teléfono, pero que en cuanto saliera de casa y viera mis llamadas, me llamaría. Efectivamente, 3 horas después Fiona me llamó:

-¡Hola Aitor! Perdona que no te cogiera, esque...
-Si, ya me lo ha contado Álvaro. Estos de Movistar...
-Si bueno, esque... verás. Desde que te llevaste a Pikachu siento que alguien... que hay algo...
-¿si?
-Que hay algo en mi casa Aitor, joder. Que me siento observada por las noches. Que alguien tira de la bomba del váter cuando estoy dormida y Dani dice que él no fue.
-Fiona por favor, tranquilizate. No hay nadie más que Dani y tú en tu casa. Si el Pikachu estuviera poseído, que no lo está, se ha venido conmigo. Relajate y trata de ver las cosas desde un punto de vista objetivo, por favor.
-Bueno... -escuché a Fiona tomar aire profundamente- está bien, trataré de calmarme y de dormir. Tienes razón, no tiene por qué haber nadie en mi casa aparte de Dani y de mi. Alex está mejorando, pero a los médicos les extraña que no despierte del coma.
- Espero que se mejore, cuidate Fiona.
-Nos vemos, Aitor.

Guardé el teléfono y volví a abrir la mochila. Me topé la mayoría de mis papeles de la investigación rajados y mi navaja suiza abierta. Nunca me había pasado nada parecido, y me enfadé mucho por ser tan descuidado de haber guardado la navaja desplegada. Mire al Pikachu. Me pareció ligeramente menos gordito que antes.

Finalmente llegué a Kunming, capital de Kunnan. Desde allí, no sin problemas, logré tomar un bus que me llevó hasta dios sabe donde, una capital regional que se hallaba cerca de mi destino final. Era una ciudad más urbanizada de lo que esperaba, así que con mi chino rudimentario no me costó alquilar un coche a la tercera persona que encontré. El Kia que conducía estaba lleno de restos de verdura en estado de descomposición y le habían arrancado todos los asientos menos el del conductor. En el peor de los casos, sólo me había costado 400 Yuanes, algo más de 50 Euros. Tirando de GPS y del mapa que había tratado de grabar en mi cabeza, logré llegar a Jinghong, mi destino.

Realmente no, no voy a omitir detalles de esta historia para quedar mejor. Confieso que a pesar de toda la preparación que hice para el viaje, acabé perdiéndome. Acabé llegando a un pueblucho tradicional y como empezaba a anochecer y llevaba dos días durmiendo en vehículos, decidí buscar una posada.

El pueblito resultó llamarse Sinü, y los habitantes locales no habían visto jamás ni un europeo ni tampoco unas gafas. Nadie, aparte de mi, había entrado nunca en ese pueblo en los últimos 50 o 60 años. Les pregunté el motivo, pero no logré comprender la respuesta. Hablando y hablando, llegué a hacerme amigo de un par de señoras del pueblito, Meiyu y Xiaoxiao, quienes me explicaron algunos detalles acerca del fengshui, la milenaria técnica asiática de organizar los hogares para que todo fluya y seamos más felices.

Pikachu llevaba varias horas callado, de hecho me había olvidado de él, y los lugareños decidieron festejar mi llegada al pueblo mostrándome sus bailes tradicionales. No pude evitar fijarme en un grupo de 4 mujeres que no bailaban, que se dedicaban a estar sentadas en un rincón, tejiendo cestas de cáñamo.

Me quedé a dormir en casa de Xiaoxiao y su marido, quienes acondicionaron un camastro para que durmiera. Todos los habitantes de Sinü eran bastante bajitos, y como yo tampoco soy muy alto, encajé a la perfección en el hueco que me ofrecieron entre sus dos hijos.

A la mañana siguiente, me dispuse a partir en la vieja Kia que había alquilado. Al ir a por el coche, me despedí de Xiaoxiao y su familia y de casi todos los habitantes del pueblo, que me ofrecieron una fiesta para cuando estuviese de vuelta. Poco antes de llegar a la Kia, me topé frente a frente con un rostro endurecido por el tiempo. El pelo caía por los lados, sin orden ni concierto. Al mirar a los ojos a la mujer con la que me había topado, un escalofrío recorrió mi espalda. Eran ojos sin iris, aunque si pupila. Ojos frios y carentes de humanidad. La mujer, sin embargo, se hizo a un lado y continuó su camino sin prestarme la menor atención.

Tras un paseíto de media hora en coche por la selva que puede llegar a ser el sur de China, llegué a Jinghong. No era gran cosa como ciudad y todo tenía pinta de haber conocido tiempos mejores. Me llevó un buen rato localizar el polígono industrial Qishui, especialmente porque la ciudad parecía desierta. No había un alma en la ciudad. Como finalmente hubiera venido hasta aquí para no poder multar a nadie iba a enfadarme mucho.

La fábrica era un edificio estandarizado. No tenía nada, ningún detalle fuera de lo común. De hecho, lo más llamativo era que las plantas parecían querer empezar a adueñarse del edificio. Sin ningún reparo, entré. Parecía que iba a llegar tormenta, así que mejor dentro de la fábrica que bajo la lluvia. No era nada sorprendente, el mozón es algo habitual en esas zonas de Asia. Dentro de la fábrica, lo que más me llamó la atención fue el olor a descomposición que flotaba en el ambiente. Traté de ignorarlo y comencé a investigar, dejando mi mochila en el centro de la sala. Nada en la cadena de montaje, nadie en todo el edificio, nada fuera de lo corriente, nada que rompiera la legislación. Cogí la mochila y me percaté de que algo faltaba. Era demasiado ligera.
-¿me estás vacilando, Pikachu? ¿De verdad te has salido de la puta bolsa en un sitio como este? ¿te vas a poner hecho una puta basura y no pienso permitir que manches mis documentos.

-¡Pika pika Pikachu!
Sobresaltado, me giré al rincón del que provenía la voz. Había sonado mucho más rota y escalofriante que de costumbre, y mira que ya sonaba feo de antes.

-No gracioso!- grité, con mi chino rudimentario.

-¿Pika pika? - respondio la voz.

¿Quien se creía con derecho a burlarse de mi así? Enfadado, me dirigí a grandes zancadas a la zona de la que venían los gritos del Pikachu, una de las esquinas de la fábrica. Estaba junto a un hueco en la pared, un hueco negro como boca de lobo, y estiré mi mano para coger el muñeco.

En el mismo instante en el que mi mano hizo contacto con el condenado muñeco, una mano salió de la negrura y sujetó mi muñeca. Asustado, no pude evitar gritar y retirar mi mano instantaneamente. O bueno, más bien tratar de retirarla, ya que aquella mano, de un color blanco sucio que sólo hallamos en deshechos, me tenía sujeto como un grillete. Desesperado, comencé a golpear la muñeca de la mano que me sujetaba con mi mochila, en un intento desesperado de soltarme. Dejando atrás el peluche, corrí a la Kia y huí hasta la seguridad de Sinü. Los aldeanos se quedaron sorprendidos al verme de vuelta tan pronto. Traté de calmarme y de convencerme de que lo sucedido no había sido más que una alucinación, quizás producto del extraño polen que flotaba en la zona. Sin embargo el destino parecía decidido a no dejarme descansar.

Una señora anciana, con más arrugas en la piel que huesos en el cuerpo, se me acercó, pidiéndome que le dejase examinar mi brazo derecho (el que me habían sujetado). Al quitarme el jersey, todos vimos una extraña y purulenta marca justo donde la mano blanca me había aferrado. La mujer anciana comenzó a hablar a toda velocidad, movilizando a todo el pueblo a su paso. Apenas alcancé a entender palabras sueltas: "virgen... fábrica... sanar... fengshui" Tras la cura, me acostaron en el camastro de la vez anterior y me obligaron a guardar reposo toda la tarde. La tormenta había amainado y lentamente fui cayendo dormido. Cuando desperté, vi algo me hizo gritar inevitablemente. Era Pikachu. Habia vuelto. Desde la fábrica. ¿Qué coño estaba pasando? Pedí auxilio a Xiaoxiao y llamé desesperado a su marido Wu, pero nadie me oyó. En su lugar, vi a las mujeres que no habían participado en el baile de la noche anterior entrar en el cuarto. Sin mediar palabra, cada una me cogió de un brazo o una pierna, y a una velocidad sobrehumana, me comenzaron a transportar por la selva. Grité, me retorcí y pataleé, pero todos mis esfuerzos eran inútiles. Parecía que las mujeres tuvieran la fuerza de todo un poblado en sus brazos.

Finalmente, llegamos a la fábrica, a esa fábrica a donde había venido buscando cobrar una multa. Rogué y supliqué que no me metieran ahí, que había seres sobrenaturales en su interior, y que me iban a volver a causar heridas que supurarían pus simplemente tocándome. En ese mismo momento, mi teléfono comenzó a sonar y recibí una videollamada de Whatsapp de Fiona. Estaba en el piso, a oscuras. Eran las 3 de la madrugada, hora española. En la pantalla de mi móvil vi a Fiona y a Dani, pero también vi otras 3 figuras de bordes difusos. Y también vi... el peluche. Fiona estaba aterrada y del peluche salían gritos que parecían sacados del mismo infierno. Vi cómon encerraban a Dani en el armario en el que el peluche había estado encerrado y...

en ese momento se me cayó el móvil. No pude seguir viendo qué le pasaba a mi amiga, pero suficiente tenía con el panorama que me estaba tocando vivir. Ya dentro del edificio, oía gruñidos desde las 4 esquinas de la fábrica. Cerré los ojos, sabía que iba a morir. Nadie podía salvarme en aquella remota región de aquel remoto país. Empecé a rezar. A suplicar a Dios que tuviera piedad. Que me protegiese. Pero nadie me ayudó a zafarme del agarre de las mujeres sin pupilas. Nadie iba a salvarme.

En ese momento, los pequeños huecos de las esquinas de la fábrica empezaron a abrirse. La mano que me sujeto apareció por uno de los huecos, y con ayuda de otra mano, comenzó a abrir el agujero. Lo mismo pasaba en el resto de esquinas del recinto. Finalmente, una figura emergió del hueco. No sabría decir si era humana o no, pero tenía forma humana. Tenía forma de mujer. Caminaba desnuda y utilizaba los pies  las manos indistintamente para ello. Tenía el pelo tan largo que había momentos en los que parecía una gigantesca araña peluda. Toda la piel tenía el tono blanco sucio de la mano que me agarró, sin embargo, el pelo era blanco como la nieve.

No era una sola, si no 4 las figuras que se acercaban moviendose a 4 patas hacia mi. Las mujeres me habían soltado, pero no se alejaban (como si tuviera alguna oportunidad de escapar de aquel infierno). Al llegar a mi, las 4 figuras pálidas comenzaron a acariciarme. Poco a poco, fueron causando finos caminos de llagas por mi piel, hasta que decidieron que torturar mis brazos y mi cara no era suficiente. Con sus largas uñas, rasgaron mi ropa, quedándome en ropa interior. El suave cosquilleo de sus dedos en mi piel comenzó a formar dibujos en mi tripa y en mi pecho. Dibujos que formaban caracteres  chinos. 

风水

熬煎



"Tortura". "Muerte". "fengshui". No entendía nada. ¿Qué estaba pasando?

奸污

Me dolía el cuerpo como si me estuviesen clavando agujas en cada milimetro de las zonas purulentas. Necesitaba un milagro, necesitaba detener el tormento.

En ese mismo momento, como si Dios me hubiera oído, Xiaoxiao y Meiyu aparecieron en la puerta acompañadas de la anciana que me curó las heridas de la primera vez. Las mujeres sin pupilas trataron de oponerse a ellas, sin éxito. Al parecer las dos jovencitas dominaban el kendo, y no solo eso, si no que el contacto con  el bastón de mis salvadoras parecía drenarles la energía.

Mientras tanto, la señora anciana recitaba versos en chino antiguo. No tengo la más mínima idea de lo que podía estar diciendo, pero mis agresoras parecían estar perdiendo el poder de infectarme las heridas, aunque sus afiladas uñas seguían hiriendo mi piel.

Para cuando quise darme cuenta, las mujeres sin pupilas estaban en el suelo, derrotadas. Meiyu y Xiaoxiao volvieron a comenzar su danza de combate, logrando que yo cayera al suelo. Casi al instante de caer al suelo, perdí la consciencia, mientras la anciana seguía recitando versos y las jovencitas que me acogieron en su hogar luchaban contra mis torturadoras.

Desperté mucho tiempo más tarde, pero en el mismo lugar. La lucha continuaba, la tormenta arreciaba.... pero las 4 criaturas blancas parecían muy débiles. De repente, la curandera anciana gritó al tiempo que lanzaba algo hacia las criaturas, que se desintegraron lentamente. En ese momento, supe que estaba a salvo.

Y supe que el tormento de Fiona había acabado.

Epílogo

Lo que pasó en la fábrica del polígono industrial de Qishui, acorde a los habitantes del pueblo  de Sinü fue una historia de terror e injusticia. Hace 20 años se fundó una fábrica en ese lugar. Para favorecer la productividad de la fábrica, el director del lugar decidió sacrificar 4 vírgenes y colocar sus cadáveres en las 4 esquinas del lugar. Aunque en un primer momento me pareció una historia inverosímil, esto se ha hecho en diferentes lugares de Thailandia, Vientam y el sur de China:  este es solo uno de los ejemplos. Las mujeres que me llevaron a la fábrica eran las madres de las vírgenes, entes que habían fallecido por dentro pero no por fuera, y estaban bajo el control de los 4 seres que me torturaron. Las torturadoras eran las esencias del odio, el dolor y el miedo de las 4 vírgenes que fueron violadas, torturadas y asesinadas por diversos empleados de la fábrica. Todo esto condensado, acabó huyendo del lugar de sus pesadillas dentro de uno de los muñecos que manufacturó la fábrica, acabando en manos de un feriante, que se lo dio como premio a un jovencito que se lo regaló a su hermana.

Cuando saqué el Pikachu de la casa de Fiona, me siguieron explicando los aldeanos, simplemente me llevé el vehículo que las almas de aquellas infelices  habían utilizado para huir, por eso devolvían a Fiona y Dani lo que ellos le habían hecho al peluche. Al mismo tiempo, los entes que me torturaban a mi no era otra cosa que los cuerpos de las vírgenes, que mientras purificaban el lugar, se contaminaban. 

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